domingo, 18 de diciembre de 2016

Run






El año se acaba sin que ni siquiera haya llegado a formular un propósito especial. No he tenido tiempo. Los días se tacharon por sí solos en el calendario. Lo único que hice fue estar en movimiento para que no se parara el engranaje invisible al que doy cuerda cada mañana con el gesto de poner los pies en el suelo. Quizá el único propósito era no parar.

No ha habido recompensa por el esfuerzo. Solo el placer del paisaje.

Correr. Sin saber muy bien hacia dónde ni por qué. Lo hacemos cada día sin pensar, es mejor así. Si dejáramos de poner un pie delante del otro el mundo no se pararía, pero seguiría girando sin nosotros. Correr. Y con eso es suficiente.

jueves, 8 de diciembre de 2016

Diez libros para acabar el año



New York City, December, 1962. Art credit: Unknown 


El año se acaba con buenos libros entre los que es difícil elegir. Y, por si fueran pocos, mientras hacemos repaso de lo que, literariamente hablando, nos dejó 2016, las editoriales ya avanzan lo mejor de 2017. Jules Renard solía decir que cuando pensaba en la cantidad de libros que le quedaban por leer, tenía la certeza de que todavía podía ser feliz.

Feliz Navidad, felices lecturas.

 
Leer de André Kertész (Periférica y Errata Naturae)

Me llamo Lucy Barton de Elizabeth Strout (Duomo)

Tú no eres como otras madres de Angelika Schrobsdorff (Errata Naturae)

La aventura de VV.AA., edición a cargo de Pilar Rubio Remiro (La Línea del Horizonte)

Basado en hechos reales de Delphine de Vigan (Anagrama)

Nosotros en la noche de Kent Haruf (Literatura Random House)

El camino estrecho al norte profundo de Richard Flanagan (Literatura Random House)

Tan poca vida de Hanya Yanagihara (Lumen)

Contra el tiempo de Luciano Concheiro (Anagrama) 

Brújula de Mathias Enard (Literatura Random House)



domingo, 23 de octubre de 2016

Cosas que ya no importan




 The Look of Love. Art credit: Pari Dukovic


 
Hubo un tiempo en el que me obsesionó entender las razones de los hechos y de las personas; la distancia que separaba lo posible de lo imposible, y si servía de algo recorrerla con las instrucciones adecuadas. Y comprender al fin.

En esa época acudí al seminario de filosofía que el profesor Bengoechea imparte cada año en el Institut d'Humanitats de Barcelona, aquel año dedicado al gran tema: el Amor. Después de diez sesiones, seguía teniendo dudas, muchas, y le pedí una entrevista para la Revista Detour, con la que colaboro desde hace tiempo. El resultado fueron dos horas de una conversación sobre la que, nada más comenzar, el profesor me advirtió que no podría arrojar mucha más luz.

Visto con la perspectiva de los dos años que han pasado, me reconozco en las preguntas, pero no en la inquietud por entender. Ya no busco respuestas con la urgencia de entonces, aunque las dudas sigan ahí, junto a la perplejidad por una realidad tan poco dada a explicarse.

Sin embargo, si hay algo que todavía me resulta fascinante es la belleza que hay en la obstinación, y en los vericuetos que recorren las palabras hasta concluir que, por mucho que nos pese, no hay respuestas.

Juraremos amor eterno si es preciso
para ser algo más felices un instante.
Ni la mejor mentira, amor, es la verdad.

Iván Tubau


[Ese misterio llamado Amor. Una conversación con el profesor Bengoechea:
http://detour.es/cosas/susana-herman-francisco-bengoechea-misterio-amor.htm#c2]

sábado, 2 de julio de 2016

Propuestas literarias para el verano






Llegó el verano y no podía faltar una lista de lecturas. No es obligatorio leer, nunca, pero si durante las vacaciones la realidad no os ofrece lo soñado, aquí tenéis unas cuantas páginas para evadiros.

Feliz verano


El viaje como arte de Edith Wharton (La Línea del Horizonte)

Ella, tan amada de Melania Mazzucco (Anagrama)

Un amor que destruye ciudades de Eileen Chang (Libros del Asteroide)

Las torres de Trebisonda de Rose Macaulay (Minúscula)

Anna de Niccolò Ammaniti (Anagrama)

Versiones de nosotros de Laura Barnett (Alianza)

Nunca falta nadie de Catherine Lacey (Alfaguara)

Manual para mujeres de limpieza de Lucia Berlin (Alfaguara)

El nadador en el mar secreto de William Kotzwinkle (Navona)

En manos de las furias de Lauren Groff (Lumen)




Descargue emocional anónimo





Las redes sociales están llenas de declaraciones de amor explícitas y de subterfugios para revelar que uno está emocionalmente ocupado/a. A veces el subterfugio no es tal (etiquetas en pasiones, lugares e intereses comunes), y salta tanto a la vista la situación sentimental y quién es el ser humano en cuestión que ocupa el corazón del susodicho/a que resulta abrumador. Y yo me pregunto, ¿qué sentido tiene exhibir un amor entre personas (presuntamente) libres y que es (presuntamente) correspondido?

Deberían dedicarse a vivirlo, digo yo. Es un consejo, que ya se sabe que estas cosas, en estos tiempos que nos han tocado vivir, no duran. Y estando en período estival, es posible que ni llegue al otoño, tiempo de rupturas (estadísticamente comprobado). Vivid, queridos, como si no hubiera un mañana.

Meditando sobre estos asuntos, he tenido una idea que sí puede resultar útil para la salud emocional de todos nosotros: dedicar un día al descargue emocional anónimo. Con respeto, educación y dignidad, eso sí, y sentido del humor, indispensable para la supervivencia humana. Para ejemplificar la utilidad de mi idea, voy a ser yo quien empiece poniéndola en práctica, más que nada porque ya han pasado seis meses de 2016 y es una manera de marcar un punto y final y disfrutar del verano, dejando atrás cargas emocionales negativas que no nos dejan ver el sol en toda su plenitud. Ahí va:

X, eres un mastuerzo y más previsible que una sardana. A ti, Y, querida, te vi venir desde tan lejos que me sorprende mi propia clarividencia #DescargueEmocionalAnonimo

¡Feliz verano!

domingo, 22 de mayo de 2016

Happy birthday, sir David Attenborough!





El pasado 8 de mayo sir David Attenborough cumplió noventa años. Solo una cifra que no impide que siga siendo el chico aventurero y curioso que conquistó a los británicos y que siempre será el rey de los documentales de naturaleza de la BBC. Desde el último tercio del siglo xx y en lo que llevamos del xxi, no ha habido un divulgador que haya contagiado el entusiasmo por el milagro de la naturaleza como lo ha hecho sir David. 

No existe un aspecto de la vida en la Tierra que se le haya escapado, y puedo asegurarlo porque he visto prácticamente todos sus documentales. Y no en la 2 de TVE. Durante varios años, en mis comienzos en el mundo editorial —recordándolo ahora, parece que hable de otra vida, y puede que en efecto lo sea— dediqué mis jornadas laborales a coordinar el doblaje y el subtitulado de todas sus series del inglés al español y al portugués. El video había quedado obsoleto y había que actualizar todo ese valioso fondo documental al formato DVD. Ya entonces me pareció un privilegio que me pagaran por hacerlo, y visto desde hoy, creo que fui muy afortunada. Un día de trabajo consistía en visionar un episodio, a veces incluso tres veces, y comprobar que el discurso de sir David y el del doblador discurrieran a la par, que lo mismo sucediera con los subtítulos, y corregir imprecisiones de la traducción del inglés al español.

Aprendí tantas cosas sobre la flora y la fauna del planeta, que en aquella época estaba maravillada ante el mundo que habitaba. En las conversaciones con los compañeros de trabajo y con los amigos siempre salían anécdotas fascinantes que tenía que compartir. Y aún hoy día, si se da el caso, suelto algún dato sobre rutas migratorias y rituales de apareamiento, con tanta seguridad que quien desconoce esta etapa de mi vida se pregunta de dónde me viene esa pasión oculta. Pues la culpa es del señor Attenborough.

Fue un época feliz. Mientras en la oficina todos tecleaban con la mirada perdida en una pantalla que les devolvía imágenes siempre previsibles, yo me ponía mis cascos para no molestar a nadie y, en cuanto escuchaba la entradilla musical de la BBC, ya estaba lista para viajar a África, a Asia, a los parques naturales de la India... Así empezó mi relación idílica con David, en la que nunca hubo lugar para la monotonía. Viajé mucho (con la imaginación) y mi inglés mejoró hasta donde me lo permitieron mis límites. ¿Qué más se puede pedir de un romance que una sabe que no puede durar? Todo lo bueno se acaba: la última serie que coordiné fue Planet Earth, de 2006, y espero que las siguientes hayan contado con alguien tan entregado como yo a la causa de David, este joven de noventa años... Y que cumplas muchos más.



sábado, 30 de abril de 2016

Palabras quebradas









«Empiezo a desear un lenguaje parco como el que usan los amantes, palabras rotas, 
palabras quebradas, como el roce de las pisadas en la acera.»

Las olas, Virginia Woolf




No recuerdo quién dijo una vez que, más que amados, necesitamos ser comprendidos. Cuando una historia de amor (o una que aspiraba a serlo), termina, el poso de tristeza que deja tiene que ver más con una sensación de duda y desconcierto que con la frustración de un deseo: ¿no supimos explicarnos, contar bien nuestra historia, encontrar las palabras justas? ¿Ocultamos algo importante, o dijimos demasiado? ¿No pronunciamos la frase que podría habernos salvado del final?

Una historia de amor siempre es un diálogo a dos que crea un lenguaje propio de ironías y sobreentendidos, de complicidad y experiencias compartidas. Es el lenguaje de los amantes, siempre único e irrepetible, del que hablaba Virginia Woolf, que languidece cuando sus creadores dejan de hablarlo y que muere irremediablemente junto con su historia.

Lamentar el final de una historia de amor es, sobre todo, sentir la pérdida de esa combinación de palabras, de las normas nunca escritas para crear las frases, la entonación y la pertinencia de los silencios. Se extinguen animales y plantas, lenguas milenarias, mueren estrellas; hay recuentos anuales y se les dedica algún que otro artículo en los periódicos. Pero nadie lleva la cuenta de los idiomas íntimos que se olvidan y se pierden, sin que existan diccionarios ni gramáticas de retorno.


viernes, 22 de abril de 2016

Diez para Sant Jordi 2016







"Don Quijote soy, y mi profesión la de andante caballería. Son mis leyes el deshacer entuertos, 
prodigar el bien y evitar el mal. Huyo de la vida regalada, de la ambición y la hipocresía, 
y busco para mi propia gloria la senda más angosta y difícil. 
¿Es eso de tonto y mentecato?"

El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes 



La vida nunca se acaba de contar del todo, por eso sigue existiendo la literatura. Es la única explicación que existe para que se cumplan 400 años de la muerte de Cervantes y Shakespeare sin que los libros hayan dejado de existir. Necesitamos historias, o quizá son las historias las que necesitan de nosotros.

Os propongo diez historias que necesitaban que alguien las contara. Feliz Día del Libro.

El loco de las rosas, Mohamed Chukri (Cabaret Voltaire)

Una soledad demasiado ruidosa, Bohumil Hrabal (Galaxia Gutenberg)

Eres como eres, Melania G. Mazzucco (Anagrama)

La mujer helada, Annie Ernaux (Cabaret Voltaire)

Com ser-ho alhora, Ali Smith (Rayo Verde)

El hombre de las dos patrias, Javier Reverte (Ed. B)

Departamento de especulaciones, Jenny Offill (Libros del Asteroide)

Instrumental, James Rhodes (Blackie Books)

Guardar la casa y cerrar la boca, Clara Janés (Siruela)

Ciudad en llamas, Garth Risk Gallberg (Literatura Random House)



sábado, 30 de enero de 2016

A los que llegan tarde




«Llegamos siempre tarde donde nunca pasa nada
Joan Manuel Serrat



Los primeros días de 2016 me propuse llegar a tiempo. ¿A dónde? A todas partes, a todos y cada uno de los lugares donde alguien pudiera estar esperándome. Lo he logrado un par de veces, aun sabiendo que me engañaba y que no podía durar. Ese clic que no se activa en los llegatardistas involuntarios, y cuya ausencia provoca un desajuste horario con el tiempo oficial, seguirá siendo defectuoso también en 2016.

No siempre fue así. No podría dar la fecha concreta, no la recuerdo, pero mi llegatardismo tiene que ver con un conflicto personal no superado entre el tiempo y yo. Con el día en que fui consciente de que había llegado tarde a mi propia vida y de que ningún reloj me había puesto sobre aviso. Llegué tarde, sin yo saberlo, donde estaban pasando las cosas importantes.

Al ser llegatardista sobrevenida, sufro cada vez que se confirma lo que la gente piensa que es una costumbre a la que no quiero dar fin. Sufro porque hubo una época en la que sí tenía fe en el tiempo y en el orden que había establecido para que las cosas y las personas llegaran en el momento preciso.

Solo hay una persona que me comprende: el conductor del metro que tomo (sistemáticamente tarde) todas las mañanas. Cada día doy por perdido el que él conduce cuando hace sonar la señal mientras yo bajo corriendo la escalera, entonces me rindo y ralentizo el paso. Y cada día la repite dos veces antes de cerrar las puertas para que sepa que me concede los segundos suficientes, que puedo subirme, que me espera. Así debería ser la vida.


miércoles, 6 de enero de 2016

Año 5 de la Era de la Incertidumbre



Art credit: Linda Troeller



"Que este año me sea dado vivir en mí y no fantasear ni ser otras, [...] y no buscar lo imposible, sino la magia y extrañeza de este mundo que habito. Que me sean dados los deseos de vivir y conocer el mundo. Que me sea dado el interesarme por este mundo."

1 de enero, viernes, Alejandra Pizarnik




En 2011, una serie de circunstancias le daban la vuelta a mi vida, y fue entonces cuando inauguré una nueva etapa personal a la que denominé “la Era de la Incertidumbre”. Curiosamente, y por primera vez desde que me había convertido en un ser adulto consciente y sintiente, mi caos interior estaba en perfecta simbiosis con el caos exterior. La reciente crisis económica había dado la bienvenida a tiempos extraños y yo no me sentía fuera de lugar en el mundo: intervalos nubosos si miraba hacia dentro o hacia fuera y ni rastro de anticiclones insolentes que me recordaran tiempos más felices.

Mucho ha llovido desde 2011, y aunque ha habido algún que otro día de sol, todavía no puedo dar por finalizada esta etapa. Espero que, sin darme cuenta al principio, y tal y como pasó en 2011, poco a poco se vayan instalando nuevas variables que obliguen a un cambio de era. Y que esta vez el nombre sea, cómo no, positivo e inspirador.

La mayoría de las veces la felicidad nos pasa desapercibida, y eso es algo que nos hace sentir estúpidos y culpables cuando llegan de verdad los malos tiempos. Pero también logramos que nos pase desapercibida la infelicidad, y nunca nos damos la enhorabuena por ello. Por sobrellevarla con apariencia de normalidad, e incluso por sonreírnos delante del espejo. Por seguir dando brazadas dentro del agua, ocupados en mantenernos a flote mientras esperamos pisar de nuevo tierra firme.