domingo, 18 de diciembre de 2016

Run






El año se acaba sin que ni siquiera haya llegado a formular un propósito especial. No he tenido tiempo. Los días se tacharon por sí solos en el calendario. Lo único que hice fue estar en movimiento para que no se parara el engranaje invisible al que doy cuerda cada mañana con el gesto de poner los pies en el suelo. Quizá el único propósito era no parar.

No ha habido recompensa por el esfuerzo. Solo el placer del paisaje.

Correr. Sin saber muy bien hacia dónde ni por qué. Lo hacemos cada día sin pensar, es mejor así. Si dejáramos de poner un pie delante del otro el mundo no se pararía, pero seguiría girando sin nosotros. Correr. Y con eso es suficiente.

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