domingo, 31 de diciembre de 2017

Diez para acabar el año



Holiday Inn (1942), dirigida por Mark Sandrich

Antes de despedir el año y por seguir con las tradiciones, la última lista de 2017. Un año en que la vida se impuso a la literatura, pero dejó un poco de espacio para algunas lecturas.
¡Feliz año!
 


Nosotros en la noche, Kent Haruf (Literatura Random House)

Prosas reunidas, Wilslawa Szymborska (Malpaso)

El muchacho silvestre, Paolo Cognetti (Minúscula)

Apegos feroces, Vivian Gornick (Sexto Piso)

Modos de ver, John Berger (Gustavo Gili)

El mundo deslumbrante, Siri Hustvedt (Anagrama)

El deshielo, Lize Spit (Seix Barral)

La casa de las bellas durmientes, Yasunari Kawabata (Emecé)

Atlas de las constelaciones, Susanna Hislop (errata naturae)

Allí, donde se acaba el mundo, Catherine Poulain (Lumen)


domingo, 2 de julio de 2017

Doce lecturas de verano



© George Hoyningen-Huene
 

Es difícil olvidar las cosas que pasan en verano. Si suceden en otra estación, y si no fueron  trascendentes, siempre surge la duda de si era febrero o marzo ("primavera no era, eso seguro, porque no había llegado el buen tiempo"), o si todavía faltaba mucho para Navidad. Ojalá estén a punto de suceder las historias con las que fantaseábamos en invierno y que, sean estas duraderas o no, sirvan para ayudarnos a superar otro invierno más. Por si el próximo se hace largo.


Con las suelas al viento. Viajeros, eruditos y aventureros, Martín Casariego (La Línea del Horizonte)

Corazón de Ulises. Un viaje griego, Javier Reverte (Debolsillo)

Sagapò (Te quiero), Renzo Biasion (Acantilado)

Historias reales, Sophie Calle (La Fábrica)

Te me moriste, José Luis Peixoto (Minúscula)

Los senderos del mar. Un viaje a pie, María Belmonte (Acantilado)

La isla de las mil historias, Catherine Banner (Salamandra)

Los destinos invisibles, Eshkol Nevo (Duomo)

Bajo el árbol de los toraya, Phillipe Claudel (Salamandra)

Agua salada, Charles Simmons (errata naturae)

Días y viajes, Paul Bowles (Seix Barral)

Todos los caminos están abiertos, Annemarie Schwarzenbach (Minúscula)




domingo, 4 de junio de 2017

Recuerdos que son de ayer






Mudarse es acceder a una cápsula del tiempo. Cuando hay que decidir qué cosas se quedarán con nosotros y qué otras no pasarán el test de permanencia, de algún modo elegimos, del pasado, futuros recuerdos. Qué conservar, qué descartar.

Hoy he abierto una caja que viajó conmigo desde mi penúltima casa y que no abrí nunca, hasta hoy, que me mudo de nuevo. LIBROS. Eso ponía. Y si eran libros podían esperar. Pero entre títulos que he tenido que tirar porque no han superado el paso del tiempo, hay una agenda de 2009. En la agenda hay citas literarias, muchas listas de cosas pendientes y notas que me recuerdan que ese verano estuve en Dublín, el que sería mi último viaje a una ciudad en la que siempre fui muy feliz, y a Grecia. Fue la primera visita a un país que para mí simbolizó el descubrimiento de una belleza que perdura y el final de una felicidad inocente, de un modo de estar en el mundo. En 2009 una parte de mí se murió.

Los últimos meses de ese año fueron difíciles, y también lo fue 2010. Y curiosamente no hay nada en mi agenda que me lo recuerde. Sí hay frases con las que ahora creo que intentaba ver más allá del presente, hacia un futuro donde habría vuelto la vida. Y sí, volvió, esperó hasta 2012, y me sorprendió en mi segundo viaje a Grecia.

En esta caja también he encontrado la invitación a la boda de una amiga, una historia de amor con un final triste. Y una carta de mi ex que era en realidad un propósito de enmienda que no funcionó. El problema de las mudanzas es que las cosas te traen recuerdos. Unos van atados a otros como los pañuelos de colores que salen del estómago de los magos. No es posible separarlos. También hay una postal de Marcello Mastroianni y Anita Ekberg en la Fontana di Trevi, la famosa escena de La dolce vita.

De entre todos los objetos de la caja me he quedado con este, Marcello y Anita se instalarán conmigo en mi nueva casa. Ahora solo hace falta que les encuentre un lugar. Será lo primero que haga esta tarde.

domingo, 28 de mayo de 2017

Deseos



Art credit: Gunnar Smoliansky





Es extraño el no seguir deseando los deseos. Es extraño
ver ondear libre en el espacio todo lo que antes se amarró.

Elegía primera de Las elegías del Duino, Rainer Maria Rilke
 

Con el tiempo uno aprende que las cosas que desea no se pueden amarrar, y que llega un momento en que, si así lo quieren y por duro que sea, hay que dejarlas ir. A pesar de haber aprendido la lección a la fuerza, lo que todavía me resulta difícil calcular es cuánto esfuerzo y tiempo hay que dedicar a luchar por ellas antes de dejar que vuelen; cuándo hay que decir "esto se acaba hoy y aquí" y actuar en consecuencia. Y seguir adelante, creer que llegarán otras cosas que volveré a desear con tanta o incluso con más fuerza y que la próxima vez será que sí.

Ese cuento me lo explico a menudo, aun sabiendo que me engaño, como tantas otras veces. Muchísimas. Me pregunto si el problema es no desear lo suficiente, o desear demasiado cosas que desde el comienzo estaban destinadas a ser un no. A estas alturas, lo ignoro.

Con el último objeto de mi deseo todavía en mente, mientras me esfuerzo por verlo desenfocado para que no duela, pienso en una niña que salió el otro día en la tele, a la que le preguntaron si tenía novio. Contestó que sí, pero que él no lo sabía. "¿Entonces tienes novio pero él no lo sabe? ¿Es eso posible?", le preguntó la presentadora, incrédula. "Sí, claro", le contestó la niña con seguridad. Por supuesto. Me hizo recordar la época muy, muy lejana en que tuve varios novios así, en secreto, con todos los ingredientes de una pasión imposible y desgarradora. Y que ellos tampoco lo supieron nunca.  

Había mucha sabiduría en eso. ¿Puede que el empeño en materializar los deseos esté sobrevalorado? Recuerdo perfectamente sus nombres y sus caras de entonces, niños todavía, y el amor incondicional y fiel que solo logró disipar el paso de EGB a BUP, una etapa que poco a poco te permitía colarte en la edad adulta, adquirir experiencias y empezar a cometer errores (para aprender de ellos, aunque los errores son lo que son, hacen daño y no sirven para nada). 

Y así, error tras error, hasta hoy, que mientras escribo esto he decidido que tengo un novio maravilloso, y que el único problema que le veo a esta relación es que él no lo sabe.
 

domingo, 23 de abril de 2017

Aprender


School girl studying, 1942. Art credit: Charles Fenno Jacobs




Aprender

A aceptar que la vida no siempre premia a quien más se lo merece.
A no aceptar jamás que el destino reparta felicidad y tragedia a su antojo.
A ser feliz a través de la felicidad de los demás.
Que llegó el tiempo de convivir con la ausencia de las personas y las cosas que no fueron.
Que fracasar no tiene remedio, pero que ganar siempre debe de ser aburrido.
Que el error es un meteorito que nos cae encima, pero que no nos pertenece.
A no repartir culpabilidades.
A tolerar lo que se pierde.
A decir (de verdad) adiós.

miércoles, 12 de abril de 2017

Y casi sin darnos cuenta, Sant Jordi



Fourth Avenue, New York (man reading at outdoor book stall), June 4, 1959. 
Art credit: André Kertész. 


Se ha tendido un largo puente entre Navidad y la primavera. Casi todo lo que ha sucedido entre diciembre y abril lo puedo contar en libros y en lugares y personas que tienen que ver con ellos. No puedo negar que eso me hace feliz, pero también que hay algo de vida que se pierde entre el blanco y el negro de las hojas impresas. 

Sant Jordi obliga a que el oficio de los libros, tan difícil, a veces, tan solitario, a veces, salga a la calle para que le toque el sol. Pasearemos, nos miraremos con un libro en la mano y veremos qué tal nos sentó el largo invierno, que, por fin, terminó.

Nada crece a la luz de la luna, Torborg Nedreaas (errata naturae)

Jardín de invierno, Valerie Fritsch (Alianza)

Las cosas que perdimos en el fuego, Mariana Enríquez (Anagrama)

Un mal secreto, Ann-Marie MacDonald (Lumen)

El último de los oficios. Entrevistas 1962-1991, Marguerite Duras (Planeta Argentina)

Cartas desde Estambul, Mary Wortley Montagu (La Línea del Horizonte)

Canción dulce, Leila Slimani (Cabaret Voltaire)

El libro de Gloria Fuertes (Blackie Books)

Celia en la revolución, Elena Fortún (Renacimiento)

Tres luces, Claire Keegan (Eterna Cadencia) / Tres llums (ed. catalán, Minúscula)


sábado, 11 de febrero de 2017

El amor, un gran malentendido





Que el amor es un gran malentendido está fuera de toda duda. Que es un lugar común, el más común de los lugares, también. Que se merecería que le diéramos la espalda, cierto. Pero la vida sería terriblemente aburrida y nos quedaríamos sin el Gran Argumento. A continuación, doce propuestas, que bien podrían ser cientos, miles, sobre ese gran equívoco que hizo, hace y hará correr ríos de tinta.

A la caza del amor, Nancy Mitford (Libros del Asteroide)

El último encuentro, Sándor Marái (Salamandra)

En Grand Central Station me senté y lloré, Elisabeth Smart (Periférica)

El jardín de los Finzi-Contini, Giorgio Bassani (La novela de Ferrara, Lumen)

Stoner, John Williams (Baile del Sol)

Postales de invierno, Ann Beattie (Libros del Asteroide)

Las hermanas Grimes, Richard Yates (Alfaguara)

Brooklyn, Colm Tóibín (Lumen)

La luz entre los océanos, M. L. Stedman (Salamandra) 

Expiación, Ian McEwan (Anagrama)

Hablando del asunto, Julian Barnes (Anagrama)

Melisande, ¿qué son los sueños?, Hillel Halkin (Libros del Asteroide)