viernes, 24 de enero de 2014

"14"






  14 de Jean Echenoz


"Aceptamos lo que viene en el momento que viene, no luchamos contra la guerra, 
ni contra la vida ni la muerte; fingimos que el único amo del mundo es el tiempo."

Largo domingo de noviazgo, Sébastien Japrisot 




Jean Echenoz ha decidido titular así su novela sobre la primera guerra mundial, conflicto de cuyo comienzo se cumplirán cien años el mes de julio. Mejor 14 y no 1914 porque, tal y como explicó ayer a sus lectores en el Institut Français de Barcelona, quería transmitir la inmediatez de unos hechos sobre los que escribe un siglo después para verlos con algo más de luz.

Antes de Echenoz, dos compatriotas suyos, Sébastien Japrisot con Largo domingo de noviazgo y Philippe Claudel con Almas grises, se acercaron al conflicto desde el paisaje cotidiano de unos personajes a los que la Historia zarandea y maltrata, envolviéndolo todo de una bruma densa y gris, del eco de explosiones lejanas y de botas pesadas hundiéndose en el barro.

Un siglo no ha bastado para comprender la Gran Guerra, bautizada así porque, sin la perspectiva del tiempo, los historiadores consideraron que el horror terminaría ahí (el conflicto se llevó diez millones de vidas). En apenas dos décadas, llegaría el segundo, y de su fin se cumplirán en 2015 setenta años. 

Me preguntaba anoche escuchando a Echenoz qué quedará de este 14 nuestro para los habitantes del próximo siglo. Como los de 1914, nosotros tampoco hemos tenido elección, y, aunque nos toca escuchar ecos muy distintos, no hay manera de saber adónde dirigirse con tanto ruido.

domingo, 19 de enero de 2014

El fin del mundo





 Almendros en flor en Japón con el monte Fuji al fondo



"Si la abeja desapareciera de la superficie del globo, al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida: sin abejas, no hay polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres."
  
Albert Einstein




Para los más apocalípticos, el fin del mundo vendrá precedido de terremotos, eclipses solares y una luna color rojo sangre. Pero me temo que estas señales bíblicas eran válidas en la Edad Media y no en unos tiempos en que cualquier fenómeno astronómico-celestial tiene una explicación científica. 

Que el mundo se acabará si no ponemos remedio no lo digo yo ni lo anuncian los cielos, lo dicen las abejas. O así lo interpretan los expertos ahora que les ha dado por morirse. Y es una lástima que sean las empresas productoras de almendras de EE.UU (controlan el 50% de la producción mundial) las que se hayan convertido en portavoces de las colmenas: las abejas, responsables de la polinización de la flor del almendro, se mueren, y el sector está en peligro. 

Los presuntos culpables: el cambio climático (las lluvias a destiempo, el frío que se adelanta o no llega), que las vuelve locas; un parásito llamado varroa, que infestó a la raza europea importada por Rusia en los años cincuenta y que no conocía de telones de acero; y un tipo de insecticidas, los neonicotinoides, que afectan al frágil sistema nervioso de las abejas y las desorienta hasta el punto de no saber cómo regresar a su colmena.

Aunque las causas son claras y demuestran que el ser humano es el peor vecino imaginable para compartir el planeta, lo cierto es que las abejas lo abandonan, sin estrépito. Parecía imposible que el fin del mundo fuera a ser precedido por la paulatina desaparición de los almendros en flor. Va a resultar que no era el aleteo de una mariposa en Japón el que podía sentirse al otro lado del mundo, sino la muerte de una abeja en EE.UU.

miércoles, 15 de enero de 2014

L'affaire Hollande





 Portada de la publicación Closer




Como ya ocurrió durante el mandato de Nicolas Sarkozy, ese Je ne sais quoi tan francés ha alcanzado las habitaciones del Elíseo. Los ocupantes de este palacio sucumben a las pasiones, las primeras damas sufren crisis nerviosas y los presidentes se enfrentan impávidos a las consecuencias de sus debilidades. 

Paris est chic, de eso no hay duda. En tiempos difíciles, la gestión política pasa a segundo plano mientras François Hollande debe decidir quién es la verdadera dueña de su corazón. Oh, là, là, l’amour! Me imagino a los parisinos debatiendo en los bistrots y los cafés sobre cuál debería ser la decisión de François, sobre la belleza de las dos damas en discordia, sobre la justice poètique que recae ahora sobre la primera dama, Valerie Trierweiller (Hollande dejó a su ex pareja, la dirigente socialista Ségolène Royal, por ella).

El enero español, en cambio, no está envuelto de esa aura tan folletinesca, más bien vivimos un comienzo de año un tanto gris. Ni siquiera l’affaire Cristina de Borbón levanta esta espesa bruma. En tiempos tan convulsos, las noticias que llegan de Francia aportan algo de color rosa a este invierno sin fin. Al menos, al otro lado de los Pirineos la élite política utiliza una prerrogativa cuyos efectos no se hacen sentir más allá de las fronteras de un dormitorio: l’érotique du pouvoir.