domingo, 16 de noviembre de 2014

El árbol de Elisa




Art credit: Fabienne Rivery



“The hard truth is that not everyone has a novel in them.”
Sadie Stein




El mundo está lleno de escritores que no siempre se dedican a escribir libros, y de personas que publican libros aunque no lleven dentro una historia que merezca ser contada. Hace un mes murió una amiga querida, “Elisa, mi amiga poeta”. Siempre la llamaba así para referirme a ella ante personas que no la conocían, y lo cierto es que fue una poeta sin libro hasta pocos meses antes de su muerte. 

En sus últimas horas de vida, cuando fui a hacerle compañía, pensaba en ello mientras la observaba respirar: que era una gran poeta porque llevaba la poesía dentro, con o sin libro; que habitaba en las palabras y en las imágenes como pocas personas que yo haya conocido. Ahora que no está, el mundo se me hace extraño, más silencioso, descolorido. 

Otra querida amiga, a la que identifico como "mi amiga-hermana” cuando hablo de ella, solía decir cuando éramos adolescentes que "uno es artista o no lo es, y que cuando se es, no hace falta demostrarlo; un artista lo es hasta cuando fríe un huevo”. Es fácil entender por qué con los años dejé de referirime a ella como “mi amiga bailarina” y empecé a llamarla “mi amiga-hermana”.  

El arte se expresa sin necesidad de libros y escenarios. Con mi amiga Elisa, surgía en su casa cuando nos sentábamos frente a la ventana y me hablaba orgullosa de la pareja de estorninos que, una primavera más, había elegido su árbol  para criar a su prole. O cuando me contó, la última vez que hablamos, que de madrugada había oído acercarse una tormenta. Se había levantado de la cama para abrir la ventana, oler la lluvia mientras empapaba su árbol y ver los relámpagos iluminar el cielo. Así había encontrado fuerzas para seguir luchando, "porque la vida es tan hermosa, Susana”.