domingo, 30 de agosto de 2015

Extraños compañeros de viaje


Men Walking in the Woods by MSN Clipart



Sobre todo, he sido un ser sensible, un animal pensante en este hermoso planeta,
 y eso, por sí solo, ha sido un enorme privilegio y una aventura.
Oliver Sacks


Me llega la noticia de la muerte de Oliver Sacks pocos minutos después de saber que uno de mis tíos también ha fallecido. Los dos han muerto de un cáncer irreversible. Oliver Sacks tuvo tiempo de ordenar su vida antes de decir adiós, mi tío se fue sin saber que abandonaba este mundo.

La muerte propicia extraños compañeros de viaje. Me imagino a estos dos seres tan dispares intercambiando impresiones durante ese trayecto del que nada sabemos. Ambos sabios, con una sabiduría adquirida de manera tan distinta. Mi tío estaba tan atado a la tierra que no sabía vivir de otro modo, era como un árbol, rugoso y enraizado, fuerte e indomable, hermoso. Todo lo que sabía lo aprendió de la naturaleza, de las nubes, de la dirección de los vientos, de los animales. 

Oliver Sacks era neurólogo y escritor. De esos seres que no se conforman con saber si no pueden compartirlo. Nos deja páginas con las que ayudarnos a comprender el mundo, los misterios de la 
mente humana, ese territorio tan vasto y tramposo.

Lo que daría por presenciar la conversación que deben de estar compartiendo estos dos hombres sabios. Buen viaje.

lunes, 17 de agosto de 2015

Los viajes, el final del amor y Richard Yates


Art credit: Pascal Campion



Hace tiempo que durante mis viajes hago un ejercicio involuntario en los aeropuertos, en los monumentos, en los restaurantes, en los paseos junto al mar, durante esas puestas de sol que en algunos destinos turísticos se han convertido en un espectáculo colectivo de celebración de la vida: observo a las parejas en tierra extraña y me pregunto si son felices. Si su relación acaba de empezar y ese viaje es la prueba iniciática; si estar juntos es algo tan natural que no existen dudas sobre la conveniencia de uno en la vida del otro; si ese viaje es un intento por salvar algo que se muere, si lo lograrán, o si, por el contrario, ni siquiera tanta belleza evitará el final.

Dicen que septiembre es el mes de las rupturas, lleguen estas a verbalizarse o no, a materializarse o no. Los más impulsivos toman la decisión durante las vacaciones y el regreso no es solo a su lugar de residencia, sino a una nueva vida. Los más precavidos empiezan a plantearse el cambio y se dan el otoño como tiempo de reflexión; darán el paso, si el frío y la perspectiva de un largo invierno en soledad no los acobarda, antes de Navidad. Otros, nunca, o quizá el próximo año. Lo dicen las estadísticas.

Cuando observo a esas parejas alejadas de la rutina, del ceremonial del día a día, sin nada más que hacer que dedicarse al otro y ser felices, sin lograrlo, siempre pienso en el escritor Richard Yates y en Emily, el personaje de su novela Las hermanas Grimes. Sarah y Emily, esas hermanas destinadas a no ser felices; la primera, encerrada en un matrimonio desgraciado, la segunda, buscando incesantemente un amor que no llega. Es Emily la que se jura a sí misma, durante un viaje con su último amante, que jamás volverá a viajar con alguien de quien no esté enamorada. Siempre lo he considerado un buen consejo.