Foto de Chris Geffroy
“Funny how
you can live a whole life waiting and not know it.”
The Dog Stars, Peter Heller
The Dog Stars, Peter Heller
Esperamos
a personas, esperamos un giro de los acontecimientos. Algunos tienen una paciencia infinita
para la espera, otros no se conforman con especular sobre lo que puede haber al
otro lado del muro y lo saltan.
Cuando
llega el verano, mi cabeza viaja a veranos pasados, preferiblemente los más
felices, y los visita de nuevo. Por una casual relación de ideas, estos días he
recordado mi verano en Berlín de hace tres años, y a una persona que ya no
existe y a quien ni siquiera conocí, pero cuya historia me impactó cuando visité la ciudad y vi la placa que lo inmortaliza como la última víctima del muro: Chris Geffroy.
Tenía veinte años cuando le alcanzó la última bala
que fue disparada desde el lado este para abortar cualquier plan de huida hacia la
libertad. Fue el 6 de febrero de 1989. Nueve meses —exactamente 276 días
después—, el 9 de noviembre, caía el muro de la vergüenza. Apenas nueve meses,
el mismo tiempo que, de haber sobrevivido, hubiera tardado en gestarse su nueva
vida.
A estas alturas de mi biografía, todavía no sé si la
paciencia es una virtud o una excusa para postergar los acontecimientos que no
nos atrevemos a provocar. Sé que las ansias de vida y libertad jugaron una mala
pasada a Chris, y que hace tres años, aquel día de verano en Berlín, sentí por
él una tristeza infinita. Hoy la revivo de nuevo mientras me sigo haciendo la misma
pregunta para la que Chris dio la acción por respuesta.
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