domingo, 19 de enero de 2014

El fin del mundo





 Almendros en flor en Japón con el monte Fuji al fondo



"Si la abeja desapareciera de la superficie del globo, al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida: sin abejas, no hay polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres."
  
Albert Einstein




Para los más apocalípticos, el fin del mundo vendrá precedido de terremotos, eclipses solares y una luna color rojo sangre. Pero me temo que estas señales bíblicas eran válidas en la Edad Media y no en unos tiempos en que cualquier fenómeno astronómico-celestial tiene una explicación científica. 

Que el mundo se acabará si no ponemos remedio no lo digo yo ni lo anuncian los cielos, lo dicen las abejas. O así lo interpretan los expertos ahora que les ha dado por morirse. Y es una lástima que sean las empresas productoras de almendras de EE.UU (controlan el 50% de la producción mundial) las que se hayan convertido en portavoces de las colmenas: las abejas, responsables de la polinización de la flor del almendro, se mueren, y el sector está en peligro. 

Los presuntos culpables: el cambio climático (las lluvias a destiempo, el frío que se adelanta o no llega), que las vuelve locas; un parásito llamado varroa, que infestó a la raza europea importada por Rusia en los años cincuenta y que no conocía de telones de acero; y un tipo de insecticidas, los neonicotinoides, que afectan al frágil sistema nervioso de las abejas y las desorienta hasta el punto de no saber cómo regresar a su colmena.

Aunque las causas son claras y demuestran que el ser humano es el peor vecino imaginable para compartir el planeta, lo cierto es que las abejas lo abandonan, sin estrépito. Parecía imposible que el fin del mundo fuera a ser precedido por la paulatina desaparición de los almendros en flor. Va a resultar que no era el aleteo de una mariposa en Japón el que podía sentirse al otro lado del mundo, sino la muerte de una abeja en EE.UU.

No hay comentarios: