lunes, 1 de junio de 2015

Por las noches antiguas y la música lejana




The Brigdes of Madison County (1995), dirigida por Clint Eastwood 
y basada en la novela de Robert James Waller




Clint Eastwood acaba de cumplir ochenta y cinco años, y su película The Brigdes of Madison County ya va camino de las dos décadas. Haciendo cuentas, eso significa que leí la novela con dieciocho y vi la adaptación cinematográfica un par de años después. No sé si la novela y la película aguantarían el paso del tiempo si volviera a hacer ese viejo e inquebrantable pacto con la ficción que hacía entonces, sin yo saberlo, para que alguien más sabio me adelantara algo sobre el futuro. Nunca se hace tan en serio ese pacto como en la adolescencia y en la temprana juventud. Eso lo sé ahora.

En su día me gustó más la novela. Me sobrecogió la escena del coche bajo la lluvia, cuando la protagonista que más tarde tendría ya para siempre el precioso rostro de Meryl Streep ve alejarse a ese hombre que, en apenas unos días, le ha regalado una vida entera. Con mis dieciocho añitos, sin sospechar el dolor que causa decir adiós a otras vidas posibles, y sin saber que no se muere una, sino muchas veces (precisamente cada vez que decimos ese adiós), se me hizo un nudo en el estómago. A esa edad intuimos mucho y creemos que sabemos poco, pero en realidad no hay mucho más que saber, lo que viene después es una mezcla de resignación y autoconvencimiento de que para madurar hay que tomar las decisiones correctas. Solo décadas después nos damos cuenta de que únicamente se trataba de ser valiente.

A los dieciocho años me prometí a mí misma que, si llegaba a sucederme algo parecido, abriría la puerta y correría bajo la lluvia. En veinte años he estado dos veces en esa encrucijada; sin coche ni lluvia, pero con el mismo nudo en el estómago que advierte de que se ha parado el reloj y de que lo que viene a continuación, sin anunciarse, es la vida. Las dos veces abrí la puerta. Lo que había detrás no resultó ser la felicidad incondicional, eterna y sin tropiezos, pero nunca me he sentido tan viva como entonces. 

Solo quien alguna vez se ha atrevido a abrirla brinda en secreto con estas palabras: "To ancient evenings and distant music...". Al otro lado no suele esperar un "fueron felices para siempre", pero sí noches que algún día serán antiguas y una melodía lejana, esa que suena de nuevo cuando hay que brindar por las cosas importantes.

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