«No te olvides de comer.»
Jeanne-Claude
Denat a
Christo Vladimirov Javacheff
Como cada mañana de domingo desde que disfrutan de su
descanso estival, mis padres me han llamado por teléfono. Hoy le ha tocado a mi
padre. Tanto él como mi madre están en esa edad en la que los problemas ya no
les preocupan si no son realmente graves. Y los míos, según su medida actual de las cosas, no lo son. Y
tienen razón.
Mi padre se ha reído cuando le he dicho que mi vida se
parece cada día más a una mala novela chick
lit, de esas en que la protagonista no se encuentra a sí misma en el
arranque, pero acaba hallando alguna respuesta al final con ayuda de sus
amigas, del pesado de su ex y de un nuevo amor por el que no hubiera dado ni un
duro al principio. En mi vida existen todos esos elementos, pero el desorden es
tal y la comedia dura tanto, que ha perdido la gracia.
Mi padre se ha despedido precipitadamente con un beso y con
un «no te olvides de comer». ¿Qué cosas urgentes le reclamaban un domingo por
la mañana en plenas vacaciones? Ese recordatorio de la importancia de
alimentarse bien bajo cualquier circunstancia me ha recordado a Jeanne-Claude, la
fiel compañera ya fallecida del artista Christo –el que cubre edificios y
paisajes con telas kilométricas–. En un documental que vi hace años, mientras
su pareja estaba enfrascada cubriendo el Reichstag de Berlín, ella solía
llamarle, aunque estuviera en la otra punta del mundo, para recordarle que
tenía que comer.
Llegada una edad, pocas cosas son realmente importantes. No
hay crisis que no se supere con ricos manjares y con el sabio consejo de que,
nos consuma o no la preocupación, lo importante es no perder el mundo de vista.
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