Art credit: Susana Herman
"No todo el mundo sabe que a
Veracruz y a sus playas lejanas no pienso en la vida nunca volver. Fui feliz
allí, el mes pasado, en noche de luna llena, en Los Portales, ni antes ni
después de esa noche, en el último mes de julio de mi juventud. Pero no pienso
en la vida nunca volver, pues sé muy bien que la nostalgia de un lugar sólo
enriquece mientras se conserva como nostalgia, pero su recuperación significa
la muerte."
Lejos de Veracruz, Enrique Vila-Matas
Dice Vila-Matas que uno no debe regresar jamás a los lugares
donde se vivió un instante de perfección. Estoy de acuerdo con él en casi todo,
y también debería estarlo en esto. De hecho, contradije su consejo en una
ocasión y regresé a un paraíso para, de paso y en un arranque de osadía,
contradecir también a Marcel Proust. El resultado fue desastroso: es cierto, no
debemos regresar jamás a un paraíso perdido porque lo que encontramos es solo
un lugar desprovisto de su magia. Pero también es cierto que, si podemos soportarlo, se
abre la posibilidad de visitarlo innumerables veces y de reconstruirlo con
recuerdos nuevos. Si no es posible y es más fuerte el dolor, ha llegado el
momento de conquistar nuevos territorios para la memoria.
Cada estación me transporta a un paraíso perdido. Otoño es
New York; el invierno, cualquier pueblo con callejas de piedra que huela a leña
quemada; la primavera es Constantinopla; verano, el mar Mediterráneo. Cuando se
aproxima la estación correspondiente, en el duermevela de antes de amanecer,
creo estar allí, y despertar en mi cama de siempre, con la luz de la ventana
que se cuela por las mismas rendijas de cada mañana, me provoca un vacío y un
deseo que lo que depara el día será incapaz de llenar.
Entonces me levanto, abro esa ventana que me da los buenos
días y ahí están, las rutas celestes dejadas por los aviones que acaban de
surcar el cielo. Y apuesto a que uno de ellos me llevaría al lugar donde
debería estar, y que todavía desconozco.
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