jueves, 9 de octubre de 2014

Ciudades que son y no son



Antigua casa del artista Ivo Gbric



Hace unos días que regresé de Dubrovnik, ese lugar que a la vez existe y no, que ha recobrado su esplendor de escenario de película gracias a la serie Juego de tronos. Pero las piedras no son las que eran y, aunque pulidas y lustrosas, nunca lo serán. En diciembre de 1991, un bombardeo del ejército serbio acabó con gran parte del casco histórico, aunque de esos desgraciados días ya no quede rastro para el turista despistado. Sí hay un museo de la memoria y un cartel en la nueva fachada del que fue hogar y estudio del artista Ivo Grbic, cuyas obras, como las paredes del pequeño palacete barroco, quedaron reducidas a escombros. 

La casa donde me alojé guardaba otra sorpresa: las vainas de varias de las bombas que cayeron sobre la ciudad en esas fechas. Ver la fila de letras y números grabados sobre latón dorado que identificaban los artefactos, imaginar al destinatario de su contenido, ahora volatilizado (quizá la casa vecina de Ivo Grbic), me trajo a la memoria los días tristes en los que la ex Yugoslavia fue noticia diaria de violencia y muerte. Ahora, algunos de los lugares que mi imaginario asociaba con la guerra hasta hace apenas unas semanas, aparecen en carteles turísticos como destinos de ensueño: Split, Mostar.

La normalidad se pierde en nuestras vidas sin fecha de retorno, al igual que la pierden los países y las ciudades. Es verdad que siempre acaba regresando, pero las paredes del alma que la acogen ya nunca serán las mismas.

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