jueves, 12 de diciembre de 2013

Olvídate de mí (si quieres)



  ¡Olvídate de mí! (2004), una película de Michel Gondry


"Hay cosas que requieren cierto tiempo. Como reconocer a quién quieres, 
como enfrentarte a respuestas de preguntas difíciles. 
Como solucionar cosas que parece que no tengan solución."

Todo lo que deberías saber antes de amarme, Gerard Guix



Una parte fundamental del aprendizaje de la vida consiste en saber decir adiós. Cerrar puertas para que se abran ventanas, dicen. Pero ¿cómo podemos saber si al cerrar una puerta no perderemos de vista para siempre un paisaje que amamos? No pasa nada, nos esperan vistas más hermosas, dicen. Es posible. 

A mí me cuesta cerrar puertas. He aprendido la lección a medias: tiro el pomo que abre de mi lado con el cuidado suficiente para que el que abre la puerta del lado del paisaje siga funcionando. Por si quien habita en ese lugar querido al que digo adiós, decide abrirla de nuevo. Sé que así no vale, pero estoy aprendiendo. 

Sería más fácil si pudiera acudir a la clínica del doctor Howard Mierzwiak –a la que acuden Joel (Jim Carrey) y Clementine (Kate Winslet) en la película ¡Olvídate de mí!– donde ayudan a superar el desamor borrando de tu mente a la persona que te causó dolor como si nunca hubiera existido. 

En la novela Todo lo que deberías saber antes de amarme de Gerard Guix, la protagonista femenina, Anastasia, tiene el poder de borrar de su mente todos los recuerdos dolorosos, lo que le permite rebobinar su vida, como si se tratara de una película, hasta el momento en que las cosas empezaron a torcerse. Gerard, el protagonista masculino y amante en discordia, por el contrario, carga con la culpa, los recuerdos, el peso del fracaso.

En la vida real sucede lo mismo, siempre hay uno que olvida antes. A mí siempre me hubiera gustado tener ese rol, pero no sé hacerlo (por la historia del pomo que he explicado al principio). Sé que, si me dieran la posibilidad de acudir al doctor Mierzwiak, me ocurriría como a Jim Carrey, le diría "¡Adelante, borre sin piedad!", pero acabaría por rogarle que conservara uno, dos, no, mejor tres momentos que forman parte de mi vida y a los que no renunciaría por mucho dolor que me causara después recordarlos . 

Conozco parejas que tienen un extraño acuerdo tácito que consiste en no hablar de sus ex, ni de los viajes que hicieron juntos, ni de ningún detalle que implique recordar que quien ahora es el amor de su vida quiso antes a otra persona. Ni siquiera está permitido que en casa se guarden fotos o recuerdos de ese alguien. Pero sé que esos testigos mudos nunca son destruídos, normalmente están en casas de padres o amigos. 

No podemos evitar recordar. Vivimos en presente, pero también en pasado, nunca estamos aquí y ahora al cien por cien. También somos quienes fuimos, sobre todo cuando éramos felices.










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