La dolce vita (1960) de Federico Fellini
La culpa del amor por un pasado en blanco y negro que yo no he
habitado la tiene el cine. Hoy nos ha dejado Anita Ekberg y algo en mi
imaginario llora por sus noches y por la dolce vita romana que no he vivido.
También se puede vivir en las vidas que imaginamos, ¿por qué
no? ¿Quién nos niega el permiso?
Esta noche de enero hay reencuentro en Roma. Se anuncian bajas
temperaturas y los turistas se retirarán pronto. Anita hará su entrada cuando
todo esté en silencio y, ahora que ya no siente frío, esperará a Marcello bañándose
en la Fontana di Trevi. Él aparecerá cuando ella le llame: ¡Marcelloooo! Así lo acordaron hace décadas. Ha
tardado el reencuentro, pero ambos sabían que acabaría sucediendo. Jóvenes y bellos,
como antes, eternos, en ese lugar donde ya no pasa el tiempo.
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