Art Credit: Charlotte Tanguy
"Es hora de empezar a vivir la
vida que hemos imaginado."
Henry James
Henry James
A medida que pasan los años, mi vida
se aleja sin remedio de la que había diseñado cuando —hace, pongamos una década— fantaseaba sobre el futuro. Se han cumplido algunos sueños, pero duraron tan poco que no tienen
un dibujo definido en mi conciencia. En cierto sentido, y a pesar de los
innumerables esfuerzos por que mi vida real se pareciera a la imaginada, parto
de cero. Y, bien mirado, no es un mal pronóstico: cuando partes de cero, solo
puedes sumar.
Durante estos días, voy de aquí para allá dándole vueltas a la cita de Henry James sobre las vidas que imaginamos, y sobre lo que nos impide materializarlas. Mientras, consulto compulsivamente mi correo electrónico a la espera de la noticia que podría acercarme a esa vida soñada. De momento, no ha habido suerte. El responsable actual de la realización de mis sueños, a quien ni siquiera conozco, o bien no ha respondido, o sus palabras han sido “casi, pero esta vez tampoco” en sus formas más refinadas y plurilingües: “Sentimos informarle de que…”, “Nous sommes désolés de vous informer…”, “To my regret I have to inform you that your application has not been selected”.
Durante estos días, voy de aquí para allá dándole vueltas a la cita de Henry James sobre las vidas que imaginamos, y sobre lo que nos impide materializarlas. Mientras, consulto compulsivamente mi correo electrónico a la espera de la noticia que podría acercarme a esa vida soñada. De momento, no ha habido suerte. El responsable actual de la realización de mis sueños, a quien ni siquiera conozco, o bien no ha respondido, o sus palabras han sido “casi, pero esta vez tampoco” en sus formas más refinadas y plurilingües: “Sentimos informarle de que…”, “Nous sommes désolés de vous informer…”, “To my regret I have to inform you that your application has not been selected”.
Me pregunto qué diría Henry James a
todo esto, si se trata de soñar con una vida que nunca tendremos mientras
vivimos con los pies asentados en el suelo que pisamos; o de no dejar de
insistir en el intento de vivir los sueños, aunque eso implique caminar de
puntillas de fracaso en fracaso. No querría terminar este post con un sabor
amargo, porque se supone que el cambio podría estar a la vuelta de la esquina y
lo último que desearía es que, después de tanto perseguirlo, lo espantara y
saliera corriendo.