Art credit: Paul den Hollander
Cada amante es un paisaje distinto.
George Sand, pseudónimo de Amandine Aurore Lucile Dupin
George Sand, pseudónimo de Amandine Aurore Lucile Dupin
Decía George Sand que cada amante le ofrecía la posibilidad
de contemplar un paisaje distinto. Es de sobras conocido el currículum amoroso
y la vida fuera de toda convención social de la escritora francesa,
su romance con Chopin y la estancia de ambos en la casa de Valldemossa
(Mallorca) que compartieron durante un
invierno, el de 1838 y los primeros meses de 1839.
Las noches de insomnio desencadenan curiosas relaciones de
ideas, y durante la pasada han aparecido George Sand y esa frase suya que me
asalta desde que a la vida le dio por enseñarme alguna que otra lección de vez
en cuando. En francés debía de sonar más evocadora: “Chaque amant est un noveau
paysage…”, y a George Sand debía de emocionarle la aventura, las posibilidades
que el cambio traía a su vida. Mientras
traducía con más o menos acierto en el duermevela de las cinco de la mañana,
pensaba que no solo los amantes nos
ofrecen un nuevo paisaje, también las decisiones que tomamos y que,
inevitablemente, trazan nuevos caminos para dejar atrás lugares que ya no recorreremos
y amantes a los que tenemos que decir definitivamente adiós.
Es difícil transitar tierras extrañas, nos gustaría pisar
siempre territorio seguro, o contar al menos con el mapa de un cuerpo conocido,
pero ese no es siempre el trato que la vida nos ofrece. Debemos adentrarnos a
ciegas, con la mirada puesta todavía en un horizonte que se aleja, y con
dificultad para dirigir la vista al frente. Apuesto a que George Sand era una
maestra en erguir la espalda, levantar la barbilla y no mirar atrás.