“No es que no esté
orgulloso de sus comedias románticas, con todas esas fotos de boda que aparecen
en los créditos del final, pero como artefacto de la vida –la suya, la de
cualquiera– bueno, la verdad es que no explican la historia en su totalidad. La
vida es complicada para todos. Y las bodas son difícilmente un final feliz. De
hecho, son el más frágil de los comienzos.”
Ayer, hoy y siempre, Deborah Copaken Kogan
Fotograma del último episodio de Cómo conocí a vuestra madre
Después de nueve temporadas, la serie Cómo conocí a vuestra madre puso fin al misterio de quién es la
elegida por el narrador, Ted , como su esposa y madre de sus hijos. Por lo que
he visto en las redes sociales, parece que el desenlace ha sido decepcionante
para los seguidores de la serie, tanto, que la versión en DVD tendrá dos
finales, el que se emitió en la cadena CBS y otro alternativo.
Me fascina cada vez más el mundo en el que me ha tocado
vivir la segunda etapa de mi existencia: gracias a Internet, puedes empacharte con
la última temporada de la serie de moda en tiempo record y alardear de la
hazaña si has sobrevivido. Mi infancia y temprana juventud pertenecen al siglo
XX, cuando había que esperar semana tras semana para seguir en televisión tu
serie favorita y no había más que un final, te gustase o no. No era posible
presionar a las productoras en las redes sociales, como mucho podías poner un
mohín triste junto a tus amigas en el corrillo a la hora del recreo.
Escena de Titanic
En el siglo XXI, la periodicidad y el desenlace de las
ficciones que compartimos colectivamente ya no son únicos. ¿Es una manera de
desquitarse de la realidad a través de la tecnología? Alcanzar el sueño de alterar
el tiempo y cambiar la historia. Preveo un futuro en el que, agotadas todas las
ideas, no habrá más que remakes de
finales míticos. Se presionará a James Cameron para que en Titanic no muera Leonardo, para que cree una versión menos egoísta de Kate
Winslet que comparta su tabla de salvación. O a Eastwood para que dé un final justo
a Los puentes de Madison, en el que
Meryl Streep abrirá de una vez la puerta de la furgoneta de su marido, correrá bajo
la lluvia y se subirá en el coche de Clint Eastwood, y a una nueva vida, sin
mirar atrás. Son solo dos ejemplos de películas con final infeliz que forman
parte de nuestro imaginario de ficción, dos finales que se parecen demasiado a
la vida, tan poco dada al happy ending.
Escena de Cuatro bodas y un funeral
Esto me lleva a pensar que, sobre todas las cosas, que
triunfe el amor siempre garantiza un buen final. Nunca falla. Y si ese triunfo
se traduce en boda, mejor, con un ramo de novia sobrevolando la escena a cámara
lenta. Hace años, cuando vivía en el siglo XX, ese final me encantaba;
traspasado el siglo XXI, me genera dudas y empatía por los ex que se quedaron en
el camino, como piedras con las que era preciso tropezar (una, dos, tres, cuatro,
incontables veces) para encontrar el verdadero amor, vestirlo con esmoquin o tul
blanco y darle muchos hijos.
Sobrepasar cierta edad tiene sus ventajas: ahora sé que a
veces ese no es el mejor modo de acabar una historia, tampoco en la vida real. Así
que no solo espero un final alternativo de Cómo
conocí a vuestra madre; como ciudadana e internauta del siglo XXI, pido a
la productora que Ted decida no ir a su propia boda, deje de buscar el único y
verdadero amor y empiece a sorprenderse a sí mismo con un bucle de innumerables
finales felices.